EL
CAMINO DE FORMACIÓN:
LA PALABRA Y LA VIDA
EN EL RECORRIDO FORMATIVO DE UN
INSTITUTO
FERNANDO
MARTÍN HERRÁEZ*
Director general del Instituto Secular Cruzados de santa
María
La Palabra y la vida entrelazadas
Nuestra experiencia a comienzos de este tercer milenio es la misma que sorprendió a los discípulos de Emaús aquella tarde del primer día de la semana: Jesús mismo se les
acerca, se pone a caminar con ellos, les explica las Escrituras, y les alimenta con la Eucaristía.1 En la vida de cada uno de los miembros de los Institutos Seculares (IISS) se repite este acercamiento del Señor: después de llamarnos a compartir con Él la vida en medio del mundo, con paciencia
infinita, nos va enseñando gradualmente la profunda riqueza de nuestra vocación de consagrados seculares. En Cristo la formación y la vida caminan juntas.
Como señala el beato Juan Pablo II
en un memorable discurso a los Institutos Seculares: «podemos leer el Evangelio también para descubrirla pedagogía de Jesús, al dar a los discípulos la formación de base, la formación inicial (...) De esta
mirada a Jesús y a su escuela viene la confirmación de una experiencia que tenemos todos: ninguno de nosotros ha alcanzado la perfección
a la que está llamado, cada uno de nosotros está siempre en formación, está siempre en
camino»2.
Siempre en camino
De la fuente del Evangelio brota el agua viva de la que se nutre la
formación. De hecho la reciente exhortación postsinodal Verbum Domini ha recordado que la vida consagrada «nace de la escucha de la Palabra de Dios y acoge el Evangelio como su norma de vida - y recomienda que - nunca falte en las comunidades de vida consagrada una formación sólida para la lectura creyente de la Biblia».3 Ya Benedicto XVI
en su magnífico discurso a los miembros de los Institutos Seculares señaló que el carácter secular de nuestra consagración pone de relieve «una relación profunda con los signos de los tiempos que estáis llamados a discernir, personal y comunitariamente, a la luz del
Evangelio", y concluyó que a juicio de personas autorizadas "precisamente
este discernimiento es vuestro carisma».4 Pues bien, esta formación en el discernimiento ha de llevarse a cabo «mediante una familiaridad con la Palabra de Dios».5
Encontrar el camino en el laberinto
Ahora bien, la formación en los Institutos Seculares está sometida a múltiples retos. ¿Cómo encontrar el camino de formación en la tupida red de veredas que ha ido tejiendo la postmodernidad? El ritmo de vida de las sociedades actuales, la aceleración de los cambios en todos los niveles, el ambiente de relativismo, superficialidad y hedonismo que intoxica las relaciones humanas, dificulta la captación
adecuada de los signos de los tiempos y el discernimiento de las prioridades en la escala de valores.6 Por otra parte la interculturalidad y la globalización, presentadas por los medios de comunicación como modelos de vida alternativos, más adaptados a la vida actual, en contraste con la cultura cristiana, pueden desorientar a los miembros de los IISS hasta el punto de provocar crisis de identidad. Los IISS constatamos además que muchos de los jóvenes candidatos
carecen de una formación cristiana suficientemente sólida, derivada de la crisis de las formas educativas tradicionales.
Si a esto unimos la diversidad de profesiones y ocupaciones en la que se
desenvuelven los miembros de los
IISS, la dispersión y la falta de
tiempo, ¿cómo encontrar el camino adecuado de la formación? Teseo supo encontrar
el camino en el laberinto del minotauro gracias al ovillo que le facilitó Ariadna.
¿Existe un ovillo semejante en el
itinerario de formación de los
IISS? Podemos decir que sí, si no
perdemos de perspectiva que es
Cristo, el Camino, el que ha querido entrelazar su vida con la nuestra, y el que nos
lleva de la mano en el
recorrido.
El recorrido formativo en un Instituto Secular
Configurar la propia vida a la de Cristo es el objetivo principal de toda formación.7
Una configuración por la práctica de los consejos evangélicos, que «exige, ante todo, una educación fundamental en la fe y en la oración, esto es, en esa relación personalísima con Dios, que sabe traducirse en una fiel adhesión a Él en todos los momentos del
día y que, al mismo tiempo, es rica
en presencia de los
hermanos y de toda la
creación».8 Este recorrido formativo va
dirigido asimismo al
desarrollo integral de la persona, según sus características
y sus
capacidades,9 y supone un cambio total de
mentalidad.10
Un sendero particular
El camino de formación en un IS discurre a través de paisajes peculiares, que configuran a menudo un panorama especialmente bello. Arranca de la teología de la Encarnación,11 y se orienta al aprendizaje del «arte de buscar los signos de Dios en las realidades del mundo».12
Busca una formación «cuidadosa en las cosas humanas y divinas»,13 orientada hacia la vida, hacia una vida en medio de un mundo en constante progresión.
Es una formación que se introduce en la vida del consagrado secular a modo de fermento. Así como el miembro de un IS es fermento en la masa del mundo, así también la formación ha de ser un fermento que transforme la propia vida para la transformación del mundo. Dada la peculiaridad de la consagración
secular, la formación se esfuerza
en alcanzar una síntesis entre
elementos aparentemente opuestos,
como consagración y vida
secular,14 y entre formación común y formación personalizada. El itinerario es realista, compatible tanto
con las características del propio IS, como
con las de sus miembros. Por ello
cuenta con la dispersión y con la
heterogeneidad
cultural y con el escaso
tiempo del que
disponen. Es también un itinerario
personalizado, que tiene en cuenta la
personalidad del miembro en
formación,15 y el contexto vital en que vive, incluyendo sus relaciones con los demás, su formación personal, sus deberes profesionales y sociales, y las posibilidades que ofrece su ambiente vital.16
En definitiva, el itinerario formativo ha de cuidar de la formación personal en un desarrollo
comunitario,17 y debe conducir a la auto-formación, de modo que los miembros en todo momento se sientan responsables de su
formación,18 si bien atendiendo a las consignas formativas emanadas por el propio
Instituto.
Estadios de formación
El camino de formación se intensifica en el periodo inicial de formación, pero se prolonga toda la vida. En nuestro instituto se estructura en cuatro etapas.
Etapa prevocacional (que denominamos precatecumenado). La formación aporta al simpatizante una introducción a la vida consagrada, a la vida consagrada secular en particular, y al carisma de nuestro Instituto. Esta formación está centrada en la
atención y seguimiento del mismo
por el guía espiritual - apoyado
por el responsable de formación
inicial- y se intensifica en
encuentros que denominamos
"Jornadas de profundización en el
carisma", coordinadas por el
responsable de formación
inicial.
Formación inicial (catecumenado o prueba inicial). En este periodo, que dura entre tres y cinco años, los
candidatos van participando
progresivamente, según su capacidad
y preparación, bajo la guía de un
formador-que suele ser el director
local- en la vida y en las actividades del Instituto, poniendo particular atención
a la vida espiritual y al apostolado propio
del Instituto (Constituciones
13). En este periodo cobran
especial importancia las relaciones
interpersonales y los encuentros
de formación.19
Incorporación temporal (neofitado). La formación va dirigida especialmente a la personalización del carisma. Según nuestra
experiencia, es conveniente prolongar los encuentros formativos también a esta etapa, para favorecer la transición de una formación más guiada, - propia de la etapa inicial -, a la
autoformación, característica de la siguiente etapa.
Incorporación perpetua (martiriado). Es la formación permanente. Es una formación personal y colectiva. Las funciones de ésta, como establece la SCRIS, son múltiples: «intenta colmar las inevitables lagunas de las primeras fases; constituye una ayuda indispensable para una actualización continua, en el discernimiento de los verdaderos valores y en una lectura acertada de los signos de los tiempos; permite superar los momentos de cansancio, debidos a una vida intensa, al aislamiento, a la edad o a otra circunstancia; mantiene el esfuerzo
constante de renovación espiritual, dirigido a impedir que se debilite la fidelidad total y creciente incluso cuando llegaran a faltar el ímpetu y el entusiasmo de los comienzos. Hace que
estemos atentos a las nuevas
exigencias que puede tener la
presencia apostólica».20
Modalidades de formación
El itinerario formativo se recorre a través de distintas modalidades. En primer lugar, se programan encuentros específicos de formación, particularmente durante la formación inicial. En ellos participa el mayor número de "profesores" posible, tanto del propio instituto como colaboradores. Se designan además tutores de formación, entre los miembros del Instituto con mayor nivel de formación.
De forma complementaria se programan actividades de formación en el marco de convivencias regionales o generales.21 Pero
principalmente la formación se centra en la relación estrecha con los
formadores, sobre todo con el director local, ya que la formación más importante es la que se vive día a día. La relación con los formadores adquiere formas diversas. Como comenta la SCRIS, puede ser mediante «coloquios periódicos, relaciones escritas, correspondencia regular. Ahora bien, es muy conveniente que el formador no se limite a estas relaciones, sino que busque encontrara la persona en formación en los momentos ordinarios de su
vida; que conozca el
ambiente de procedencia para captar mejor
determinados aspectos
de su personalidad y
su modo de relacionarse con la realidad y con los demás.
Son ocasiones que
ayudan a individuar
mejor las líneas pedagógicas idóneas para ayudar a la persona a
que descubra,
desarrolle y afiance el sentido del compromiso
y de la responsabilidad
personal»22
Además de estos medios de formación bien establecidos, el Instituto cuenta con otros medios de formación entre los que cabe incluir la confidencia filial con los directores, la dinámica de la dirección espiritual, la vida de familia y los coloquios. Abarca además «los ejercicios
espirituales, los retiros
periódicos, la liturgia y los
sacramentos, la audición personal y comunitaria de la Palabra de Dios, la meditación diaria, el intercambio de experiencias de fe, la reflexión individual y de grupo sobre las Constituciones».23
Dada la dispersión de los
miembros, y las dificultades que
suelen existir para llevar a cabo
encuentros de formación - sobre todo de candidatos de Europa y América -, son útiles
también los medios escritos: cartas,
circulares, página web, la revista
del Instituto, etc. Por último hay
que señalar también los medios de
formación externos al Instituto,
tales como Facultades de Teología, u
otras Instituciones de formación,
así como la asistencia a jornadas o
cursos genéricos o
especializados.
Ámbitos de formación
Las dimensiones de la formación son múltiples, ya que abarcan toda la persona, e integran una formación teórica y práctica, intelectual y vivencial. La formación se estructura en cinco ámbitos: teológico, antropológico, formación en el carisma del Instituto, espiritualidad, y misión, que pretenden distintos objetivos en función del estadio de formación del miembro. La formación en la secularidad cobra una gran importancia «entendida no solo como condición social, sino también como un valor que entra en el estilo de vida, en el seguimiento de los consejos evangélicos y en la realización del compromiso apostólico (...) como modo de vivir la vocación específica en el mundo y para el mundo; pero también de una formación para la valentía, para la audacia apostólica, para la voluntad de una preparación mejor, para no ceder nunca al respeto humano»,24 y en ella se incluye la formación en la dimensión profesional, para que cada miembro sea cada día más
competente en el ejercicio de su profesión. En definitiva, el Instituto vela para que cada miembro adquiera la formación personal que necesita para responder a la llamada en el Instituto y para realizar su propia misión.
Caminando en cordada
Pablo VI,
en una imagen utilizada también por Benedicto XVI,
calificó la vida de los miembros de los IISS como la propia de alpinistas
del espíritu.25 Ahora bien, los alpinistas, cuanto más difícil es el camino, más unidos van en la cordada. Esa es la experiencia de la formación permanente: se trata de unir a
los miembros y de facilitar los medios para que el programa de formación se adapte a las circunstancias tanto del Instituto como de los miembros. El Responsable de Formación Permanente es el coordinador y dinamizador del Plan de Formación,
ayudado por una comisión de formación, integrada además por el responsable de Formación Inicial y cinco responsables de áreas temáticas. Los responsables de área se encargan de seleccionar los tutores para hacer el seguimiento del plan de formación, de seleccionar documentos
de lectura, de elaborar las guías de
lectura y las actuaciones necesarias (seminarios, guías para los coloquios, etc.) para hacer efectivo el
plan de formación en su área, y por último,
de proponer ponentes especialistas
de los temas previstos. El plan de
formación permanente se aplica a su
vez en tres niveles, que no afectan
por igual a todos los miembros:
formación común, formación personalizada de profundización y formación de especialización.
Comentaremos algunos rasgos de cada una de ellas. La formación común se estructura en planes trienales,
de modo que a lo largo de los tres años
queden cubiertos todos los ámbitos
de formación.
Para cada año se elige un tema orientador. Se procura que los
temas a tratar sean de actualidad,
aprovechando documentos
importantes,
efemérides y cuestiones candentes de opinión
pública que requieran profundización. La
formación se dirige a los miembros
de incorporación perpetua, y se
desarrolla a través de la
elaboración y distribución de
guías de lectura de documentos
recomendados, así como de
seminarios o coloquios de puesta en
común de las reflexiones sobre las
lecturas, aprovechando en la medida
de lo posible los encuentros de
convivencias programados a lo largo
del año.
Por último también abarca conferencias, seminarios y mesas redondas de presentación de temas, que se celebran en convivencias regionales y generales. Además de la formación común, se elabora a principios de cada curso una relación de posibles temas de formación. Cada miembro elige los temas que cree oportunos, teniendo en cuenta su nivel de formación, vocación propia, disponibilidad y otras circunstancias personales. Es la denominada formación personalizada. Los directores locales llevan el seguimiento
de este plan de formación. En la medida de lo posible se facilitan tutores para asesorar en la personalización del tema o temas elegidos. Teniendo en cuenta el número de miembros que trabajan un mismo tema, se facilitan actividades comunes de formación en Convivencias Generales o Regionales.
Finalmente, la formación de especialización se centra principalmente en la elaboración de pequeños ensayos de profundización (sobre todo en temas relacionados con el carisma), orientados a la preparación de
publicaciones. No obstante, para
esta formación de especialización se
anima a que los miembros que
puedan cursen enseñanzas regladas
en Ciencias Religiosas, Teología y
otros estudios de especialización en centros
oficiales.
El recorrido formativo
El camino formativo nunca acaba, porque es particularmente exigente: un cambio de mentalidad profundo, una identificación más y más plena con Cristo. Por ello «ningún miembro debe contentarse con la formación alcanzada, tanto en las disciplinas sagradas como en las temporales» (Constituciones 20). Además, la transformación del mundo exige de los miembros de los IISS una capacitación cada vez más plena de modo que «serán todos eficaces para la Iglesia y para el
mundo que santifican desde dentro
y por los medios del mundo, en la
medida en que sean
competentes»
(idem).
Es un recorrido exigente, sí, pero que llena de entusiasmo, porque
consiste en un encuentro y en una transformación cada vez más plena en Cristo. Nos ocurre como a los discípulos de Emaús, cuando se les abrieron los ojos y le reconocieron: “se decían uno al otro: «¿no ardía
nuestro corazón mientras nos hablaba por el
camino y nos explicaba las
Escrituras?». Y levantándose en el momento se volvieron a Jerusalén y contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan”.26
El fruto de este itinerario
formativo, «lo que nos ha pasado
por el camino», es el encuentro
con Cristo, que se nos da en las
Escrituras y en la Eucaristía. Es
un encuentro que va transformando
nuestro corazón en lo más profundo
de nuestro ser y le hace arder, y emprender el camino de regreso al
mundo y a los hermanos, llenos de
valentía para contar a todos esta
experiencia
transformadora.
NOTAS
1Lc24,
15ss.
2
JUAN PABLO II al Congreso Mundial de II SS, 1984
3
Verbum Domini 83.
4
Benedicto XVI,
Discurso a los Institutos Seculares con motivo del 60
aniversario de la Constitución Apostólica Provida Mater
EccIesia, 3.2.2007.
5
Verbum Domini, n 84.
6
Cf Sacrada Congregación para los Religiosos y los Institutos Seculares (SCRIS),
La formación en los Institutos Seculares, 1980.
7
Cf Vita Consecrata, nn 69-70.
8
SCRIS 1980, op. cit.
9
ídem.
10
Cf Benedicto XVI, 2007,
op. cit.
11
“Lo que hace
que vuestra inserción en las vicisitudes humanas constituya un lugar teológico es el misterio de la Encarnación" (Benedicto XVI, 2007,
op. cit)
12
Vita consecrata
68.
13
Perfectae
caritatis 11.
14
Cf. SCRIS 1980, op. c/f.
15 "Es decir, el conjunto de sus capacidades y de sus límites, así como también el
nivel de desarrollo al que, por la formación ya recibida o no recibida anteriormente,
haya podido llegar" (SCRIS 1980, op cit).
16 Cf SCRIS 1980, op.cit.
17
"Así pues, la formación deberá ser personal en una integración comunitaria: el
crecimiento de la persona depende también de la capacidad de permanecer, en los
distintos sectores de la vida, en una relación profunda con los demás, y del
desarrollo del sentido de fraternidad y de real comunión
dentro del Instituto,
entendido como comunidad reunida por Cristo" (SCRIS 1980, op. cit).
18
La formación "debe ser querida y asumida activamente por la
persona (...) Una
formación en la que uno se limitara a recibir sería estéril" (SCRIS 1980, op.cit).
19
Cf SCRIS 1980, op. cit.
20
SCRIS 1980, op. cit.
21
Cf SCRIS 1980, op. cit
22
SCRIS 1980, op. cit.
23
ídem.
24 ídem.
25
pablo VI, 26.9.1970; Benedicto
XVI, 3.2.2007.26 Lc31ss.
CAMINO DE FORMACIÓN:
LA PALABRA Y LA VIDA
EN EL RECORRIDO FORMATIVO DE UN
INSTITUTO
FERNANDO
MARTÍN HERRÁEZ*
Director general del Instituto Secular Cruzados de santa
María
La Palabra y la vida entrelazadas
Nuestra experiencia a comienzos de este tercer milenio es la misma que sorprendió a los discípulos de Emaús aquella tarde del primer día de la semana: Jesús mismo se les
acerca, se pone a caminar con ellos, les explica las Escrituras, y les alimenta con la Eucaristía.1 En la vida de cada uno de los miembros de los Institutos Seculares (IISS) se repite este acercamiento del Señor: después de llamarnos a compartir con Él la vida en medio del mundo, con paciencia
infinita, nos va enseñando gradualmente la profunda riqueza de nuestra vocación de consagrados seculares. En Cristo la formación y la vida caminan juntas.
Como señala el beato Juan Pablo II
en un memorable discurso a los Institutos Seculares: «podemos leer el Evangelio también para descubrirla pedagogía de Jesús, al dar a los discípulos la formación de base, la formación inicial (...) De esta
mirada a Jesús y a su escuela viene la confirmación de una experiencia que tenemos todos: ninguno de nosotros ha alcanzado la perfección
a la que está llamado, cada uno de nosotros está siempre en formación, está siempre en
camino»2.
Siempre en camino
De la fuente del Evangelio brota el agua viva de la que se nutre la
formación. De hecho la reciente exhortación postsinodal Verbum Domini ha recordado que la vida consagrada «nace de la escucha de la Palabra de Dios y acoge el Evangelio como su norma de vida - y recomienda que - nunca falte en las comunidades de vida consagrada una formación sólida para la lectura creyente de la Biblia».3 Ya Benedicto XVI
en su magnífico discurso a los miembros de los Institutos Seculares señaló que el carácter secular de nuestra consagración pone de relieve «una relación profunda con los signos de los tiempos que estáis llamados a discernir, personal y comunitariamente, a la luz del
Evangelio", y concluyó que a juicio de personas autorizadas "precisamente
este discernimiento es vuestro carisma».4 Pues bien, esta formación en el discernimiento ha de llevarse a cabo «mediante una familiaridad con la Palabra de Dios».5
Encontrar el camino en el laberinto
Ahora bien, la formación en los Institutos Seculares está sometida a múltiples retos. ¿Cómo encontrar el camino de formación en la tupida red de veredas que ha ido tejiendo la postmodernidad? El ritmo de vida de las sociedades actuales, la aceleración de los cambios en todos los niveles, el ambiente de relativismo, superficialidad y hedonismo que intoxica las relaciones humanas, dificulta la captación
adecuada de los signos de los tiempos y el discernimiento de las prioridades en la escala de valores.6 Por otra parte la interculturalidad y la globalización, presentadas por los medios de comunicación como modelos de vida alternativos, más adaptados a la vida actual, en contraste con la cultura cristiana, pueden desorientar a los miembros de los IISS hasta el punto de provocar crisis de identidad. Los IISS constatamos además que muchos de los jóvenes candidatos
carecen de una formación cristiana suficientemente sólida, derivada de la crisis de las formas educativas tradicionales.
Si a esto unimos la diversidad de profesiones y ocupaciones en la que se
desenvuelven los miembros de los
IISS, la dispersión y la falta de
tiempo, ¿cómo encontrar el camino adecuado de la formación? Teseo supo encontrar
el camino en el laberinto del minotauro gracias al ovillo que le facilitó Ariadna.
¿Existe un ovillo semejante en el
itinerario de formación de los
IISS? Podemos decir que sí, si no
perdemos de perspectiva que es
Cristo, el Camino, el que ha querido entrelazar su vida con la nuestra, y el que nos
lleva de la mano en el
recorrido.
El recorrido formativo en un Instituto Secular
Configurar la propia vida a la de Cristo es el objetivo principal de toda formación.7
Una configuración por la práctica de los consejos evangélicos, que «exige, ante todo, una educación fundamental en la fe y en la oración, esto es, en esa relación personalísima con Dios, que sabe traducirse en una fiel adhesión a Él en todos los momentos del
día y que, al mismo tiempo, es rica
en presencia de los
hermanos y de toda la
creación».8 Este recorrido formativo va
dirigido asimismo al
desarrollo integral de la persona, según sus características
y sus
capacidades,9 y supone un cambio total de
mentalidad.10
Un sendero particular
El camino de formación en un IS discurre a través de paisajes peculiares, que configuran a menudo un panorama especialmente bello. Arranca de la teología de la Encarnación,11 y se orienta al aprendizaje del «arte de buscar los signos de Dios en las realidades del mundo».12
Busca una formación «cuidadosa en las cosas humanas y divinas»,13 orientada hacia la vida, hacia una vida en medio de un mundo en constante progresión.
Es una formación que se introduce en la vida del consagrado secular a modo de fermento. Así como el miembro de un IS es fermento en la masa del mundo, así también la formación ha de ser un fermento que transforme la propia vida para la transformación del mundo. Dada la peculiaridad de la consagración
secular, la formación se esfuerza
en alcanzar una síntesis entre
elementos aparentemente opuestos,
como consagración y vida
secular,14 y entre formación común y formación personalizada. El itinerario es realista, compatible tanto
con las características del propio IS, como
con las de sus miembros. Por ello
cuenta con la dispersión y con la
heterogeneidad
cultural y con el escaso
tiempo del que
disponen. Es también un itinerario
personalizado, que tiene en cuenta la
personalidad del miembro en
formación,15 y el contexto vital en que vive, incluyendo sus relaciones con los demás, su formación personal, sus deberes profesionales y sociales, y las posibilidades que ofrece su ambiente vital.16
En definitiva, el itinerario formativo ha de cuidar de la formación personal en un desarrollo
comunitario,17 y debe conducir a la auto-formación, de modo que los miembros en todo momento se sientan responsables de su
formación,18 si bien atendiendo a las consignas formativas emanadas por el propio
Instituto.
Estadios de formación
El camino de formación se intensifica en el periodo inicial de formación, pero se prolonga toda la vida. En nuestro instituto se estructura en cuatro etapas.
Etapa prevocacional (que denominamos precatecumenado). La formación aporta al simpatizante una introducción a la vida consagrada, a la vida consagrada secular en particular, y al carisma de nuestro Instituto. Esta formación está centrada en la
atención y seguimiento del mismo
por el guía espiritual - apoyado
por el responsable de formación
inicial- y se intensifica en
encuentros que denominamos
"Jornadas de profundización en el
carisma", coordinadas por el
responsable de formación
inicial.
Formación inicial (catecumenado o prueba inicial). En este periodo, que dura entre tres y cinco años, los
candidatos van participando
progresivamente, según su capacidad
y preparación, bajo la guía de un
formador-que suele ser el director
local- en la vida y en las actividades del Instituto, poniendo particular atención
a la vida espiritual y al apostolado propio
del Instituto (Constituciones
13). En este periodo cobran
especial importancia las relaciones
interpersonales y los encuentros
de formación.19
Incorporación temporal (neofitado). La formación va dirigida especialmente a la personalización del carisma. Según nuestra
experiencia, es conveniente prolongar los encuentros formativos también a esta etapa, para favorecer la transición de una formación más guiada, - propia de la etapa inicial -, a la
autoformación, característica de la siguiente etapa.
Incorporación perpetua (martiriado). Es la formación permanente. Es una formación personal y colectiva. Las funciones de ésta, como establece la SCRIS, son múltiples: «intenta colmar las inevitables lagunas de las primeras fases; constituye una ayuda indispensable para una actualización continua, en el discernimiento de los verdaderos valores y en una lectura acertada de los signos de los tiempos; permite superar los momentos de cansancio, debidos a una vida intensa, al aislamiento, a la edad o a otra circunstancia; mantiene el esfuerzo
constante de renovación espiritual, dirigido a impedir que se debilite la fidelidad total y creciente incluso cuando llegaran a faltar el ímpetu y el entusiasmo de los comienzos. Hace que
estemos atentos a las nuevas
exigencias que puede tener la
presencia apostólica».20
Modalidades de formación
El itinerario formativo se recorre a través de distintas modalidades. En primer lugar, se programan encuentros específicos de formación, particularmente durante la formación inicial. En ellos participa el mayor número de "profesores" posible, tanto del propio instituto como colaboradores. Se designan además tutores de formación, entre los miembros del Instituto con mayor nivel de formación.
De forma complementaria se programan actividades de formación en el marco de convivencias regionales o generales.21 Pero
principalmente la formación se centra en la relación estrecha con los
formadores, sobre todo con el director local, ya que la formación más importante es la que se vive día a día. La relación con los formadores adquiere formas diversas. Como comenta la SCRIS, puede ser mediante «coloquios periódicos, relaciones escritas, correspondencia regular. Ahora bien, es muy conveniente que el formador no se limite a estas relaciones, sino que busque encontrara la persona en formación en los momentos ordinarios de su
vida; que conozca el
ambiente de procedencia para captar mejor
determinados aspectos
de su personalidad y
su modo de relacionarse con la realidad y con los demás.
Son ocasiones que
ayudan a individuar
mejor las líneas pedagógicas idóneas para ayudar a la persona a
que descubra,
desarrolle y afiance el sentido del compromiso
y de la responsabilidad
personal»22
Además de estos medios de formación bien establecidos, el Instituto cuenta con otros medios de formación entre los que cabe incluir la confidencia filial con los directores, la dinámica de la dirección espiritual, la vida de familia y los coloquios. Abarca además «los ejercicios
espirituales, los retiros
periódicos, la liturgia y los
sacramentos, la audición personal y comunitaria de la Palabra de Dios, la meditación diaria, el intercambio de experiencias de fe, la reflexión individual y de grupo sobre las Constituciones».23
Dada la dispersión de los
miembros, y las dificultades que
suelen existir para llevar a cabo
encuentros de formación - sobre todo de candidatos de Europa y América -, son útiles
también los medios escritos: cartas,
circulares, página web, la revista
del Instituto, etc. Por último hay
que señalar también los medios de
formación externos al Instituto,
tales como Facultades de Teología, u
otras Instituciones de formación,
así como la asistencia a jornadas o
cursos genéricos o
especializados.
Ámbitos de formación
Las dimensiones de la formación son múltiples, ya que abarcan toda la persona, e integran una formación teórica y práctica, intelectual y vivencial. La formación se estructura en cinco ámbitos: teológico, antropológico, formación en el carisma del Instituto, espiritualidad, y misión, que pretenden distintos objetivos en función del estadio de formación del miembro. La formación en la secularidad cobra una gran importancia «entendida no solo como condición social, sino también como un valor que entra en el estilo de vida, en el seguimiento de los consejos evangélicos y en la realización del compromiso apostólico (...) como modo de vivir la vocación específica en el mundo y para el mundo; pero también de una formación para la valentía, para la audacia apostólica, para la voluntad de una preparación mejor, para no ceder nunca al respeto humano»,24 y en ella se incluye la formación en la dimensión profesional, para que cada miembro sea cada día más
competente en el ejercicio de su profesión. En definitiva, el Instituto vela para que cada miembro adquiera la formación personal que necesita para responder a la llamada en el Instituto y para realizar su propia misión.
Caminando en cordada
Pablo VI,
en una imagen utilizada también por Benedicto XVI,
calificó la vida de los miembros de los IISS como la propia de alpinistas
del espíritu.25 Ahora bien, los alpinistas, cuanto más difícil es el camino, más unidos van en la cordada. Esa es la experiencia de la formación permanente: se trata de unir a
los miembros y de facilitar los medios para que el programa de formación se adapte a las circunstancias tanto del Instituto como de los miembros. El Responsable de Formación Permanente es el coordinador y dinamizador del Plan de Formación,
ayudado por una comisión de formación, integrada además por el responsable de Formación Inicial y cinco responsables de áreas temáticas. Los responsables de área se encargan de seleccionar los tutores para hacer el seguimiento del plan de formación, de seleccionar documentos
de lectura, de elaborar las guías de
lectura y las actuaciones necesarias (seminarios, guías para los coloquios, etc.) para hacer efectivo el
plan de formación en su área, y por último,
de proponer ponentes especialistas
de los temas previstos. El plan de
formación permanente se aplica a su
vez en tres niveles, que no afectan
por igual a todos los miembros:
formación común, formación personalizada de profundización y formación de especialización.
Comentaremos algunos rasgos de cada una de ellas. La formación común se estructura en planes trienales,
de modo que a lo largo de los tres años
queden cubiertos todos los ámbitos
de formación.
Para cada año se elige un tema orientador. Se procura que los
temas a tratar sean de actualidad,
aprovechando documentos
importantes,
efemérides y cuestiones candentes de opinión
pública que requieran profundización. La
formación se dirige a los miembros
de incorporación perpetua, y se
desarrolla a través de la
elaboración y distribución de
guías de lectura de documentos
recomendados, así como de
seminarios o coloquios de puesta en
común de las reflexiones sobre las
lecturas, aprovechando en la medida
de lo posible los encuentros de
convivencias programados a lo largo
del año.
Por último también abarca conferencias, seminarios y mesas redondas de presentación de temas, que se celebran en convivencias regionales y generales. Además de la formación común, se elabora a principios de cada curso una relación de posibles temas de formación. Cada miembro elige los temas que cree oportunos, teniendo en cuenta su nivel de formación, vocación propia, disponibilidad y otras circunstancias personales. Es la denominada formación personalizada. Los directores locales llevan el seguimiento
de este plan de formación. En la medida de lo posible se facilitan tutores para asesorar en la personalización del tema o temas elegidos. Teniendo en cuenta el número de miembros que trabajan un mismo tema, se facilitan actividades comunes de formación en Convivencias Generales o Regionales.
Finalmente, la formación de especialización se centra principalmente en la elaboración de pequeños ensayos de profundización (sobre todo en temas relacionados con el carisma), orientados a la preparación de
publicaciones. No obstante, para
esta formación de especialización se
anima a que los miembros que
puedan cursen enseñanzas regladas
en Ciencias Religiosas, Teología y
otros estudios de especialización en centros
oficiales.
El recorrido formativo
El camino formativo nunca acaba, porque es particularmente exigente: un cambio de mentalidad profundo, una identificación más y más plena con Cristo. Por ello «ningún miembro debe contentarse con la formación alcanzada, tanto en las disciplinas sagradas como en las temporales» (Constituciones 20). Además, la transformación del mundo exige de los miembros de los IISS una capacitación cada vez más plena de modo que «serán todos eficaces para la Iglesia y para el
mundo que santifican desde dentro
y por los medios del mundo, en la
medida en que sean
competentes»
(idem).
Es un recorrido exigente, sí, pero que llena de entusiasmo, porque
consiste en un encuentro y en una transformación cada vez más plena en Cristo. Nos ocurre como a los discípulos de Emaús, cuando se les abrieron los ojos y le reconocieron: “se decían uno al otro: «¿no ardía
nuestro corazón mientras nos hablaba por el
camino y nos explicaba las
Escrituras?». Y levantándose en el momento se volvieron a Jerusalén y contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan”.26
El fruto de este itinerario
formativo, «lo que nos ha pasado
por el camino», es el encuentro
con Cristo, que se nos da en las
Escrituras y en la Eucaristía. Es
un encuentro que va transformando
nuestro corazón en lo más profundo
de nuestro ser y le hace arder, y emprender el camino de regreso al
mundo y a los hermanos, llenos de
valentía para contar a todos esta
experiencia
transformadora.
NOTAS
1Lc24,
15ss.
2
JUAN PABLO II al Congreso Mundial de II SS, 1984
3
Verbum Domini 83.
4
Benedicto XVI,
Discurso a los Institutos Seculares con motivo del 60
aniversario de la Constitución Apostólica Provida Mater
EccIesia, 3.2.2007.
5
Verbum Domini, n 84.
6
Cf Sacrada Congregación para los Religiosos y los Institutos Seculares (SCRIS),
La formación en los Institutos Seculares, 1980.
7
Cf Vita Consecrata, nn 69-70.
8
SCRIS 1980, op. cit.
9
ídem.
10
Cf Benedicto XVI, 2007,
op. cit.
11
“Lo que hace
que vuestra inserción en las vicisitudes humanas constituya un lugar teológico es el misterio de la Encarnación" (Benedicto XVI, 2007,
op. cit)
12
Vita consecrata
68.
13
Perfectae
caritatis 11.
14
Cf. SCRIS 1980, op. c/f.
15 "Es decir, el conjunto de sus capacidades y de sus límites, así como también el
nivel de desarrollo al que, por la formación ya recibida o no recibida anteriormente,
haya podido llegar" (SCRIS 1980, op cit).
16 Cf SCRIS 1980, op.cit.
17
"Así pues, la formación deberá ser personal en una integración comunitaria: el
crecimiento de la persona depende también de la capacidad de permanecer, en los
distintos sectores de la vida, en una relación profunda con los demás, y del
desarrollo del sentido de fraternidad y de real comunión
dentro del Instituto,
entendido como comunidad reunida por Cristo" (SCRIS 1980, op. cit).
18
La formación "debe ser querida y asumida activamente por la
persona (...) Una
formación en la que uno se limitara a recibir sería estéril" (SCRIS 1980, op.cit).
19
Cf SCRIS 1980, op. cit.
20
SCRIS 1980, op. cit.
21
Cf SCRIS 1980, op. cit
22
SCRIS 1980, op. cit.
23
ídem.
24 ídem.
25
pablo VI, 26.9.1970; Benedicto
XVI, 3.2.2007.26 Lc31ss.
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